No son cien años, pero si van muchos desde que lo leí por primera vez y me enamoró. Me enamoré de la soledad que llevaba dentro cada miembro de la familia Buendía, me enamoré de la intensidad y la ingenuidad de José Arcadio por lograr cada proyecto en su laboratorio de alquimia, me enamoré de la persistencia de Úrsula y de sus animalitos de caramelo, pero principalmente me enamoré de Macondo, un pueblo construido a orillas del río, más allá de la ciénaga que desde su fundación, su creciemiento y hasta su decadencia, es un lugar mágico donde cualquier cosa puede pasar...
Hoy, terminé de ver la primera parte de la nueva serie de Netflix en honor al libro que hizo al Gabo acreedor del Premio Nobel de Literatura. Sus colores, la producción, la fotografía, el casting, el vestuario... lo amé.Es tonto comparar el libro con una versión audiovisual, la imaginación es infinita y no tiene límites de presupuesto... pero esta producción de Cien Años de Soledad le ha puesto rostro a los personajes con los que conviví en mis horas de lectura.
Ver a José Arcadio Buendía amarrado al castaño fue un experiencia uffff ¡me explotó la cabeza!. Ver su tristeza por la muerte de Melquiades, el miedo de Úrsula por tener hijos con cola de cerdo, los ojos inexpresivos del coronel Aureliano, la belleza e inocencia de Remedios, es que hasta la cándida Eréndira y su abuela desalmada fueron por muy poca diferencia como las imaginé...
Puedo verla una y otra vez así como he leído el libro tantas veces que he perdido la cuenta...
Solo me queda esperar a ver cómo será Mauricio Babilonia rodeado de sus mariposas amarillas...